Diez Cuarenta y Siete AM.
Una noche oscura y fría, el
viento soplaba huracanado, los postigos de las ventanas se abrían y cerraban
dando el aspecto de una casa embrujada.
En
un inesperado momento, la luz se cortó, me encontraba en medio de la oscuridad cuando
una risa breve y muy misteriosa se escuchó a lo lejos. Sentí una gran
desesperación, una transpiración fría recorrió mi cuerpo y me desmayé.
Minutos
después, cuando desperté, la luz iluminaba nuevamente el lugar y observé que la
casa estaba rota. Las paredes estaban ensangrentadas y, en medio del horror, descubrí
un mensaje escrito: “23 de Mayo de 2011, 10:17 AM”. Aterrorizado pensé: “Hoy es
el indicado, y faltan sólo 60 minutos para la hora señalada”.
La
risa misteriosa volvió a resonar en mi cabeza, estaba asustado, por eso decidí
llamar a la policía. Pronto, una patrulla llegó al lugar y los uniformados
empezaron a investigar y a buscar pistas sobre lo ocurrido.
Cuando
sólo faltaban treinta segundos para las 10:17 AM, un policía salió como expulsado
de la casa, asustado y gritando. Detrás de él, lo siguieron sus compañeros y,
al instante, la casa explotó.
Sin
hogar y sin una explicación, me mudé a la casa de mi madre. El tiempo me ayudó
a superar el miedo, hasta que una madrugada, al iluminar los primeros rayos del
sol, descubrí en mi habitación un nuevo mensaje: “Te salvaste por poco, no
volveré a molestarte, Dave”.
A
mi cabeza, volvieron cientos de recuerdos: mi adolescencia, la escuela
secundaria, las bromas pesadas, los buenos y malos momentos. Dave, aquel chico
que siempre me molestaba, había muerto en una explosión y, aún así, continuaba
perturbando mi vida.
Me
llevó mucho tiempo superar lo ocurrido y, aunque vivo en un país lejano, en un
lugar oscuro de mi mente, siempre Dave está presente.